La poesía de Alvarado Tenorio
por Miguel Iriarte
Harold Alvarado Tenorio es un poeta, ensayista, cronista, periodista y traductor que en su poligrafía ha dejado en nuestra literatura la huella de una fuerte personalidad, de una exquisita sensibilidad e inteligencia, y el desafío de una valentía y honestidad que subvirtió la media tinta y la pacatería de mucha poesía colombiana con la que no pudieron siquiera los escándalos y los chistes efectistas del Nadaísmo. En Alvarado Tenorio toda esa franca asunción hedonista y sensualista del cuerpo y del sexo que encuentra en su poesía un territorio al mismo tiempo propicio para el goce ilimitado y profundo del amor pero también para lo abyecto, no es otra cosa que una sincera invitación a la libertad poética del cuerpo, la misma que por sincera puede quedar cabalmente expresada en los siguientes versos de Kavafis: “No es para cuerpos tímidos / la voluptuosidad de estas llamas”.
Pero como tampoco es sólo sobre el cuerpo donde se escribe esta poesía, como no es un cuerpo inscrito y escrito solamente en y por el deseo, hay que decir también que es un cuerpo que se encanta en la música de Félix Mendelsshon, en el timbal y la flauta, en la obertura solemne de 1812, en los tangos de San Telmo en Buenos Aires, y en las danzas folclóricas de los días de junio; disfruta también del paisaje de otros cuerpos y viaja ansioso por diversos parajes del planeta hacia una naturaleza igualmente deseada, pansexual.
“Somos en razón de que deseamos”, dijo Octavio Paz, y esta idea del poeta mejicano me permite ver en Alvarado Tenorio la pretensión de una totalización del universo y de la vida por virtud de lo que siente y percibe la voraz vitalidad de un poeta que no quiere perderse de probar y conocer, hasta la absoluta saciedad, todo lo que la vida le presenta en términos de procesos sensibles: cuerpos de hombres o mujeres, paisajes, ciudades, otras literaturas, las lunas de todos los cielos, las noches, otras lenguas, otras lecturas, sabores de platos exquisitos, o de cuerpos, la belleza o el deterioro, un palacio o una pocilga…
Summa de su vida, su poesía es también la más completa síntesis de su escritura, de una manera de representar su pensamiento y su sensibilidad con un estilo sometido a un riguroso proceso de adelgazamiento y purificación en el que sólo lo esencial, la palabra ciertamente presentida, sentida y meditada, tiene la posibilidad de ser discurso poético. Así, la poesía de este cuerpo vivo y escrito ostenta una engañosa elementalidad en la que ya se ha prescindido de toda vana palabrería y de toda pretensión retórica para decir entonces la poesía con todos los riesgos de la palabra elegida. Elementalidad, pureza y claridad que a nuestro poeta representan la más cualificada afinación para cantar un universo de complejas percepciones y emociones, sofisticadas referencias culturales, vivencias o experiencias presentidas por una sensibilidad a la que nada le ha sido ajeno.
Sin embargo, para todo ello el poeta sólo parece tener una inteligencia que conoce a fondo el ejercicio del arte literario, un cuerpo sabio a fuerza de vivirlo todo, y la poesía, la que invita a los espléndidos banquetes de los sueños y a las no menos espléndidas vigilias de la realidad,… la detestada, la leprosa, la purulenta, la mejor de las hembras, la mejor madre, la mejor esposa, la mejor hermana, y la más larga y gozosa de las noches, como Alvarado Tenorio tan certeramente la define.
Pick Up
Al pasar por el puerto,
viniendo de aquel pueblo
donde nos conocimos
oí las sirenas de los buques
y sentí, otra vez,
la humedad de tu cuerpo.
Después de tantos años,
te habrás de mi olvidado
mientras crecía tu hijo
y luchabas por darle una vida decente
entre tanta miseria.
No puedo ver las fotos
que conservo de ti,
ni recuerdo tu voz
ni el brillo de tus ojos,
tan bellos,
aquella navidad, en caballos,
los dos, entre tanta gentuza
que exigía más fandango
más ron mas borracheras
hasta el fin de aquel año.
Dime:
¿Alguno de esos días
o algún fin de semana
escuchaste de nuevo
Ne me quitte pas
mientras la voz de Brel
se ahoga y asfixiaba
entre los altavoces del pick up
de la calle, en tu barrio?
La vida aún no termina.
Y yo, te sigo amando.
Ven
Ven,
recordemos ,
cuando al amarnos
las tardes caían
sin conocer
la crueldad
que nos cercaba.
Entre los bosques
y las aguas
crecían la codicia,
el encono, la inquina y la insolencia.
Ven,
celebremos otra vez
la belleza de nuestras becerras,
a Edi, el viejo vacuno
y el alazán que mordía nuestros brazos.
Ya nada puede separarnos.
La muerte nos ha unido para siempre.
Carpe diem
Extensas llanuras
del fulgor de Lorica
donde el mal
rompió cuerpos
negros de piel,
desheredados, en comarcas
de concupiscencia.
Gabarra, Chengue, Salado,
Macayepo, Pichilín o Rochela
alojan los cuerpos
rotos por la codicia.
Descuartizados y desollados vivos.
Sierras, martillo y machetes.
Imposible es amar
cuando la muerte danza
y los blancos cachorros
lucen entre las playas
de Tolú y Coveñas.
Pero nos deseamos.
Como los hermosos
Brahman, Nelore y Guzera,
vivimos un Carpe diem.
Loma castellana
Amarilla y seca
como los desiertos
fue nuestra vida.
Árida será, también,
nuestra muerte.
Ni huesos ni polvo de huesos
quedará de nuestra soberbia,
vuestra vanidad,
nuestro apetito,
vuestra ruindad,
nuestro rencor
vuestra indecente codicia
de ser peor que los otros
es decir, nosotros.
Agradezcamos,
al arte de imaginar
la posible existencia de otros mundos.
Quizás sólo allí
haya color, luz, agua y descanso.
Sólo se muere una vez.
Nosotros,
hemos muerto dos veces.
Rostro y voces en Manga
Fuiste y volver
no fue memorable.
Menos,
el rostro de un muchacho,
amaneciendo en Manga.
No hubo maravillas
ni sabiduría ni soberbia
ni codicia ni desdicha ni engaño.
Sólo ese rostro,
bello como la misma juventud,
helado, como los tiempos que corren,
incluso en Manga,
donde la luz es más bella
y todo parece dispuesto para que seas feliz
si, la vida, te lo hubiese advertido.
La vida, quiero decir la muerte,
que incansable
te esperaba detrás de la puerta,
repitiendo, como idiota:
Si todo vale nada,
el resto vale menos.
Oro del cuerpo
De estos labios
que te festejaron
te escapas.
Como en la canción
que oímos en
Place Gerson
mis manos que vistieron
de oro tu alma
han envilecido.
Recuerda los Balenciaga,
el tufo de Chanel,
las medias, veladas,
y los cortos rosados de Dior.
Ah, y ese vino de aguja:
Blanquette de Limoux.
La herrumbre del tiempo
te repugna.
No así el metal
que en la puerta
repica.
Eres bello.
Soy viejo.
Te amo.
Borges
Mi viejo siamés,
ha encanecido
mejor que su amo.
Tiene el bozo
color de la canela,
poco platica
y sus ojos azules
no delatan
ni odio
ni envidia
ni asco.
Pero no acepta
que Luna,
la chica que ahora le corteja,
más bella que Selene,
comparta el sueño
con este pobre viejo
que se ha rendido
a los ardides
de la bella.
Antes, dormía
inmensamente solo,
ahora
prohíben mi sueño
con sus desagrados.
¡Nadie sabe
para quien trabaja¡
Arce
Caen, en Salamanca,
las primeras hojas de un otoño
que no viviré.
Hojas de arce
que como yo
han perdido el vigor
que ofrece la juventud.
Pero pienso en ti.
En Cartagena de Indias
paseas ante el mar
la belleza de tus ojos
y mueves, esos tus labios,
que una vez besé.
Ahora, cerca de Madrid,
te envío estas líneas
testigos ciertos
de mi amor.
Tú, mi único refugio.
Tú, mi única esperanza.
Vino amargo
Mientras Antonio Banderas
vende la fragancia de hoy,
frente al blanco granito del obelisco
disperso las memorias de un ayer
cuando parecíamos felices.
Nada resta de aquel fulgor
que nunca prometimos fuera eternidad.
Sin embargo, a ti vuelvo
en el contraluz de esta primavera
camino de Rosario
donde bebimos hasta la última gota
de aquel vino amargo:
la vida.
Repugnancia y vejez
El asco que depara declinar
se distrae con metálico.
La altanería cobra las palabras,
los gestos, los genitales,
la lluvia con oro del orín,
los orgasmos y el cristal del semen.
Luego, odia e insulta.
Una caja de banco,
desdentada,
es la vejez,
donde parné extrae
-con asalto y engaño-
belleza y juventud.
Sucumbir,
entonces,
es el único entreacto
de estar vivos.
Café Havana
Taconea la noche
un resplandor de genitales
que celebra
la belleza de un mundo
de sobras y agravios.
Ellos beben.
Ellas también.
En Café Havana
atesoramos horas que no tuvimos
y amores que tampoco llegaron.
Tarde acudimos a un banquete
donde todo,
descartada la vejez,
es mejor que la muerte.
Harold Alvarado Tenorio [Buga, 1945] es Doctor en Letras por la Universidad Complutense de Madrid y Profesor Titular de la Cátedra de Literaturas de América Latina de la Universidad Nacional de Colombia. Ha publicado libros de crónicas, poesía, ensayo y ha recibido, aparte de varios reconocimientos como Docente excepcional, los premios Arcipreste de Hita de poesía y Simón Bolivar de periodismo. Ha residido en Madrid, Estocolmo, New York, Beijing, Bogotá y Cartagena de Indias, donde publica, actualmente, la revista Arquitrave.
Presentación, Copyright © 2011 Miguel Iriarte
Poemas, Copyright © 2011 Harold Alvarado Tenorio
Todos los derechos reservados.
Harold Alvarado es un verdadero maestro de la poesía Colombiana, exquesita, fresca y radiante, sus versos son vida que impulsa al espiritú a sintonizar con la realidad de la existencia.