Por Ignacio Trejo Fuentes
Aunque todavía suenan por ahí voces que sostienen que la crítica es “un parásito de la obra literaria” en cuanto opera sobre algo preexistente y por lo tanto inmodificable, la verdad es que la interpretación, la exégesis, es un baluarte imprescindible de la literatura, y encuentra en el ensayo su mayor expresión (sin que esto demerite los sobrados méritos de la crítica académica o la reseña periodística): el crítico es, en primera instancia, puente entre el escritor y el lector, entre el emisor y el receptor; en una etapa acaso más relevante se convierte en esclarecedor, en guía sin la cual un sinfín de obras se perderían en la oscuridad de lo incomprensible. Luego, las acusaciones en contra de la tarea crítica resultan absurdas.
Mario Saavedra lo entiende a la perfección, y por eso la mayor parte de su actividad profesional (la otra es su tarea de promotor y divulgador de las Bellas Artes) se ha concentrado en la crítica en sus principales modalidades: la académica, la creativa y la periodística, enfocada a varias disciplinas artísticas, como la música, la dramaturgia, las artes plásticas y, sobre todo, la literatura (él mismo es poeta).
Con el espejo enfrente (Interlineados de la escritura) es muestra contundente de lo que afirmé: contiene veintinueve ensayos sobre autores de distintas épocas y nacionalidades, de los cuales son en forma predominante mexicanos, españoles y estadounidenses. Diré, de entrada, que corresponden a la denominada crítica creación, y me explico en seguida.
La crítica académica es, como su denominación indica, la que se apega a una estricta metodología analítica, la que debe sujetarse a largos procesos de investigación bibliográfica, hemerográfica, etcétera, sobre determinado autor, obra o tendencia literaria de cualquier época, y requiere por eso un largo periodo para su elaboración; sus resultados suelen ser expuestos en revistas especializadas o en forma de libro. Por su parte, la crítica periodística se atiene a la recensión de obras literarias de reciente aparición en espacios breves, con lo cual cumple su cometido noticioso, informativo. La crítica creación se mueve entre las antes mencionadas, con la ventaja de que tiene una libertad impensable por las otras: no debe sujetarse a una metodología académica rigurosa y por eso dilatada, ni padecer los aguijonazos de la inmediatez y la premura: el suyo es un ámbito paradisiaco, envidiable, pues quien la ejecuta lo hace sin compromisos con instituciones ni empresas periodísticas, sino por absoluto placer: analiza autores y obras que particularmente le interesan y quiere compartirlos con alguien más, el hipotético lector.
El libro de Mario que el lector tiene en sus manos se guía por esa aura de libertad: el autor estudia escritores y libros que le importan, que ha disfrutado, y cuyo goce estético quiere compartir: por eso publica estos ensayos. Ese carácter deshace cualquier posible reclamo en cuanto al contenido de Con el espejo enfrente…: ¿qué guió al autor para seleccionar a los autores incluidos, por qué precisamente esos y no otros?
Al leer esta (casi) treintena de ensayos se advierte la pasión que los autores y obras analizados despiertan en él, y todos sus argumentos apuntan a convidar a sus lectores ese entusiasmo. ¿Puede pedirse algo más a su tarea? Además, Mario se cuida de no incurrir en la soberbia que suele ahogar a algunos críticos: ni trata de ponerse por encima de los escritores estudiados ni se hunde en las insanas aguas de la verborrea: expone sus ideas con claridad y elegancia, algo que siempre se agradece, pues se trata de seducir, no de repeler a quien lee.
Lector empedernido de ensayos literarios como soy, estoy en posibilidades de asegurar que los incluidos en este volumen no tienen desperdicio, y que serán de indiscutible utilidad para lectores profesionales, para estudiantes de Letras y para el público en general. En consecuencia, deseo que muy pronto Mario Saavedra nos entregue nuevos asedios analíticos; mientras eso ocurre, celebro los que ahora tengo el honor de presentar a ustedes.
Texto, Copyright © 2011 Ignacio Trejo Fuentes
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Es verdad, la comunicación favorable debe estar con el actor y el espectador. La buena crítica no son alabanzas ni términos incomprensibles. Hay que mirar y escuchar a que clase de público esta dirigida la obra.
Entre más digerible mejor será la conección y la relación obra-espectador.