Por Armando G. Tejeda
Por tercera vez en su narrativa, Fernando Vallejo intenta una “maroma literaria” compleja y profunda: escribir en primera persona su propia e inminente muerte, el balance de su “desastre”.
El don de la vida (Editorial Alfaguara) es la nueva novela de este escritor de culto, convertido en una de las voces más singulares y atractivas de las letras hispanoamericanas, tanto por su ironía rotunda e implacable como por su riqueza literaria e idiomática.
Vallejo habla sin tapujos de sus obsesiones y manías, ya sea la Iglesia católica, “esa gran empresa criminal de la barbarie”, como de su esencia más íntima y de la humanidad, la “búsqueda del amor”.
El nuevo libro, como todas las novelas de Vallejo, está escrito en primera persona, pero es sobre todo un profuso diálogo entre dos “compadres” que se reúnen en la banca de un céntrico parque de Medellín, ciudad donde nació el narrador en 1942. “El don de la vida es un título irónico porque la vida es una desgracia. Una carga. He empezado a escribirlo varias veces y no he podido. Es un libro sobre la vejez, el gran tema de la literatura porque lo abarca todo. El don de la vida es mi despedida”, dijo rotunda para iniciar esta entrevista con Babab.com
¿Será de verdad su último libro? Su testamento literario
Yo a veces violo mi palabra y a veces no. Por ejemplo yo dije, con otros escritores colombianos que son más frívolos que yo, que si nos ponían visado a los colombianos en España no volvería a pisar este país. Así como esta promesa no la voy a violar, para ser congruente con el honor español, que fue uno de los pocos bienes que heredamos de ustedes, el del Siglo de Oro de darle honor a la palabra dada. Pues la otra de si voy a escribir más libros o no, estoy en libertad de violarla. La verdad es que ya llevo escritos tres libros sobre mi muerte, Entre fantasmas, La rambla paralela y El don de la vida. Tratando de decir yo me morí en primera persona. Tratando de hacer esa maroma literaria, de resolver un problema que me plantea mi obstinación, que soy yo en mi novela, de hablar en nombre propio, con mi voz, con mi lenguaje, que es el de la lengua española común a todos nosotros. La lengua literaria vivificada por el habla, que en mi caso es el habla de Colombia.
Entonces no sé. Tal vez escriba otro libro más, pero si lo escribo será para contar lo único que ahora me interesa: mi muerte.
Conversación del narrador con la muerte… ¿Por qué no es una conversación con la vida?
Es que yo no puedo inventar a mi interlocutor. O inventarme a mí defendiendo la vida, porque yo no le veo ninguna razón a la vida. Y no diga la humana, sino toda la vida sobre el planeta. Si esto va para la muerte, qué sentido tiene… Entonces, la iglesia en la que nos educaron dice que estamos cumpliendo el plan de Dios, pero yo digo que este plan es chambón, doloroso y terrible. Yo no puedo hablar en favor de la vida. Y es la manera que encontré para escribir este libro nuevo con respecto a los otros libros. Que es como tendría que ser, pues si uno no puede escribir libros nuevos, en los que piense que empieza y se acaba la literatura, es mejor no escribir. En cada libro tiene que empezar y acabar la literatura. Si no es una repetición.
¿Está usted harto de la vida?
Es que no estoy muy seguro de que esté muy vivo. Porque uno se muere de a poquito y a lo mejor yo ya estoy medio muerto. Tal vez es la única forma de renovar verdaderamente la literatura. Rulfo puso a hablar a los muertos en Pedro Páramo. Pero aquí en Colombia queremos ir más allá que México: escribimos libros los escritores muertos. Yo estoy medio muerto.
¿Se reconcilió con Colombia?
Yo no me puedo escapar de Colombia. Yo nunca me he ido de aquí, aunque la mayor parte de mi vida la he vivido fuera. Pero yo siempre he cargado con Colombia y muy en especial con mi ciudad de Medellín. Recuerdo ese verso de Kavafis de que tu ciudad te seguirá. No esperes otra. No hay barco ni camino para ti. Yo sigo cargando con Colombia y cargaré con ella hasta el día que me muera. O sea que me acabe de morir.
¿La vejez, el paso del tiempo y la muerte son lo mismo?
Son términos que el lenguaje separa. Pero la vejez la produce el tiempo y el tiempo conduce irremediablemente hacia la muerte. La filosofía trata a veces de aclarar los términos, ya ven que Heiddeger hizo toda su filosofía en torno al tiempo, y Kant igual, en torno al tiempo y al espacio. Son conceptos que se juntan y que nos parecen muy claros en el lenguaje pero si meditamos en ello, por ejemplo el tiempo ¿qué es? No es más que este efímero momento, presente, el pasado ya pasó y el futuro no existe todavía. Este instante fugitivo se nos está yendo. Toda se acaba. Todo pasa.
Usted dice que la vida es un gran desgracia, pero también es vedad que usted es un amante de la vida. Es un melómano, le gusta la comida, etcétera…
A mí me ha ido muy bien en la vida para lo mal que le va al conjunto de la humanidad. Y para lo mal que le va a los animales, a los superiores, a los que quiero, que considero mis hermanos, a los perros, a las vacas, a los caballos, a los cerdos, que son mi gran amor. Cuando estoy cerca de ellos a mí se me tranquiliza el alma. Cuando ando por las ciudades entre la gente me siento muy mal.
Usted dice que el mal que padece la iglesia es el del Alzheimer porque se ha olvidado completamente de los crímenes que ha cometido…
Es una verdad obvia, evidente. Es de conocimiento común, salvo que si queremos cerrar los ojos y borrarla, entonces seguiremos sosteniendo que el cristianismo, y en concreto la gran secta católica, que es la que padecemos nosotros, son una religión y no una empresa criminal. Ya lo escribí en este libro, de título impronunciable, que es un sumario de los grandes crímenes cometidos a lo largo de mil 700 años, que es lo que lleva esta empresa criminal pesando sobre Occidente. La historia de la iglesia está escrita con sangre y envuelta en la oscuridad.
Crímenes de pedofilia y supuestos gestos de arrepentimiento…
El sexo es inocente, siempre y cuando no vaya destinado a la reproducción, en cuyo caso es un crimen, y siempre y cuando no medie la violencia física ni la coerción moral. ¿Habrá coerción moral en lo de los curas con estos niños o habrá chantajes de las familias después de años, años y años de estas cosas que pasaron hace mucho? No lo sé. Pero yo no me sumo a la campaña de satanización de la pederastia en la iglesia católica. Le tengo compasión en eso a la iglesia, pero no tengo compasión por su parte criminal. Ahora este papa actual, Ratzinger, alías Benedicto XVI, parece que sí está metido en un lío grave por su hermano, el sacerdote de Alemania y ese coro celestial. Yo lo único que le reprocho al hermano del papa es que no me haya invitado a su banquete para que hubiera tocado siquiera un mendrugo.
¿Cree que la primera persona es la única fórmula para novelar?
Yo si escribo otra novela será en primera persona. Se me hace que el de la tercera persona y quien se diga el narrador omnisciente es un camino trillado, recorrido y cerrado de la novela. Es el que recorrió este género literario, el máximo de nuestros tiempos, desde el siglo XVI hasta el siglo XX. Pero el camino está cerrado. No más omnisciencia. Dios no existe. Como un hijo de vecino que va diciendo lo que piensan muchos o como repite conversaciones enteras. Yo para escribir la biografía de Barba Jacob, un poeta colombiano, me tarde investigando diez años y medio supe algunas cosas. Las otras se quedaron en la oscuridad. Ese género de la novela en tercera persona está condenado a desaparecer. El camino es la primera persona. El de la autoficción, que es como lo han bautizado los franceses. Este es el que tome yo por la necesidad de decir mi verdad, con mi voz y siendo siempre yo.
¿El don de la vida no es también un libro sobre la condición humana?
No. El don de la vida es una burla a muchas cosas. Y una burla ante todo a la muerte. Pero nunca lo he planteado como un testamento literario, pues yo no voy a dejar nada. Si acaso viento, como casi todos los seres humanos.
El don de la vida es una maroma literaria. El título lo tenía desde hace muchos años y tenía el tema. Tenía todo, pero no encontraba la forma porque no podía decir en primera persona yo me morí. Esa es la maroma literaria que he hecho ya tres veces. Después de diez años de venir, volví a Medellín y volví a ese parque de Bolívar, que está en el centro de la ciudad, o sea en el corazón del desastre. Ahí encontré la solución del libro y regresé a México y escribí el libro con una enorme claridad. Y ese atasco de años quedo resuelto en un momento. Por eso digo que a mi Colombia me pone todos los problemas pero también me los resuelve. Entonces lo del diálogo es eso. Es muy complejo de analizar, pero yo no lo voy a hacer porque ni me dedico a interpretar textos ni soy teórico de la literatura.
Querías escribir tu libro más triste, pero al final ¿qué libro te salió?
Yo quería escribir un libro sin malas palabras. Sin ira. Sin insultos. Sin escenas violentas de sexo. Yo nunca he escrito, en mis otros libros, escenas de sexo. Pero esto es lo que resulto. Nunca he tenido control de los libros, los he escrito como he podido. Y esto es a la aventura y al azar, que es como he vivido.
¿Qué es eso de que tiene una “libreta de muertos”?
Yo tengo una libreta de muertos a la que hago alusión en el libro, pero que es real en la vida mía, si es que hay alguna separación entre este libro y la vida mía. En la libreta voy poniendo a aquellos que ví una vez al menos y voy llegando a los 700. Tengo la esperanza de que el número 700 sea alguien que lo ponga por mí, pero si paso de ahí será una desgracia tener que esperar hasta llegar a los 800. Yo le tengo mucho miedo a los números y estoy a un paso de llegar a los 700.
Pero la idea no es muy rigurosa. Pues de estos 700 la mayoría no han tenido ningún peso en mi vida. En cambio hay otros, que no vi, y que sí lo han tenido y muy grande. Un personaje que habría querido conocer, Ionesco, el dramaturgo rumano que escribía en francés, por quien tenía una inmensa admiración en mi juventud. No lo conocí pero tuvo un peso en mi vida muy grande. Y en la libreta de los muertos centenares no han tenido ningún peso, pero los recuerdo y por algo están ahí. Claro que yo en la vida he visto más de 700 personas, probablemente decenas de miles, pero como no los recuerdo no los puedo poder en la libreta.
¿Hay esperanza en la juventud?
Hay muchos jóvenes, cosa impensable hace una década, que protestan vehementemente contra las corridas de toros. Esta es una chispa que se me enciende de esperanza en Colombia y en otros países de Hispanoamérica. Cuando los niños y los muchachos empiezan a ver a los animales superiores como a nuestro prójimo eso significa que estamos en el umbral de una revolución en la moral. O de una primera vez que la humanidad tendrá una moral, porque nunca la ha tenido, las religiones pretenden ser empresas bondadosas cuando son en realidad empresas criminales, de oscuridad, de oscurantismo. Occidente no ha tenido nunca una moral. Hablan de civilización cristiana cuando lo que ha habido en realidad es barbarie cristiana. Tenemos casi dos milenios de barbarie cristiana.
Mi vida pasó en buena parte entre libros, sólo que yo nunca dejé de vivir porque la literatura para mí era una cosa secundaria ante la vida. Y más ante una sola cosa: la búsqueda del amor, que creo que es lo que mueve en esencia la humanidad. Para ser un gran escritor hay que tener al alma grande, como la tenía Cervantes y por eso escribió El Quijote.
¿Y el futuro de Colombia?
La clase política colombiana, toda, sin excepción de una sola persona porque si hubiera una excepción sería como una imposibilidad ontológica, sería un sol oscuro, un oxímoron. Toda la clase política colombiana de hoy en día es ignorante, rapaz, ruin, vil y ellos no tienen más que esto. Pero la seguiremos padeciendo indefinidamente.
¿Sigue pensando que los males de Colombia se reducen a la iglesia y al gobierno?
Los males de Colombia se deben sólo a la clase política y a la iglesia, que ha dirigido nuestro destino desde que nos separamos de España. Esto es hace 200 años y no sé si esto sea un motivo para una celebración porque en realidad la independencia aquí nunca se dio. ¿De veras nos separamos de España? ¿No seguimos unidos por el idioma? Y aquí seguimos cargando la herencia de España con el burocratismo y la plaga de la iglesia católica, de la que ahora nos sacara la plaga de las sectas protestantes que están invadiendo a Colombia y a toda Hispanoamérica.
¿Cómo ve la Violencia del narcotráfico en México?
Estamos asistiendo a la colombianización de México, con lo que cual le estamos pagando a ellos la mexicanización de Colombia. Porque aquí, los funcionarios públicos que eran bastante mezquinos, por lo menos no eran ladrones ni rapaces. Entonces nos estamos pagando los dos países hermanos, hijos de España, con los males que nos mandamos.
La violencia en México no puede tener nunca ni tendrá el impacto que tuvo en Colombia. Pues la economía colombiana al lado de la mexicana es muy pequeña y la droga tenía una importancia muy grande, por la entrada de un dinero que permitió abrir las exportaciones y fue un desastre más. Pero a mí se me hace que el peso del narcotráfico es mínimo. En México lo que hay es una guerra de carteles pero sin meterse con la población civil, así que las cosas son muy diferentes. Los crímenes del narcotráfico no creo que tengan una gran importancia en México.
Y en los 70 años de inmoralidad, cinismo y corrupción que vivió México con el PRI, y tal vez dentro de poco vuelvan, los dineros que se manejaban con los peculados mexicanos era de miles de millones de dólares. Es una dimensión que nunca tendrá el narcotráfico en México. Así que no pienso que esta lucha tenga la misma importancia que tuvo en Colombia.
Texto, Copyright © 2011 Armando G. Tejeda.
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Fernando Vallejo es firme en su línea de conducta y nada condescendiente. Hacerle una entrevista de esta calidad requiere de experiencia, conocimiento del interés de los lectores y dominio de la lengua. Todo está aquí con un resultado excelente. Parabienes a la revista por su nueva cara. Vale.