Poesía

49 Habitaciones, de Darío Sánchez Carballo

Una ventana a la calle

Cuando la reseña o nota crítica de un libro de poesía se expresa en conceptos grandilocuentes y se excede en reverencias, me genera desconfianza; pienso que no lo han leído, y que lo que hay detrás son otros intereses, o simplemente la manía de adular. A mi modo de entender y leer la poesía, el poeta se acerca a ella con pequeños aportes que sumados van configurando una obra, un castillo. De lo contrario sería desconocer los grandes autores, de los que siempre el escritor repite algo; en evidentes cercanías con lo humano.

En el libro 49 habitaciones del poeta Darío Sánchez-Carballo encuentro esos agregados, como si de cada habitación saliera el material preciso para concluir el edificio. Se nota el cuidado para la elección de cada espacio, se nota el tiempo esperado para sacar a la luz aquellos versos en cama. Dejándole a los noveles poetas el buen consejo de que el primer libro no debe ser apresurado por ninguna circunstancia, y que el plazo para su publicación se define por varios cedazos, ajenos a nuestro afán y vanidad.

Aunque se hace evidente una “experiencia de hospital”, y en bastantes poemas se marcan situaciones de estos espacios clínicos, la obra no se limita a estos lugares, como mejor lo define el poeta al referirse a la doble condición “se es una habitación / se hace espacio en cada ser / el hombre habitado por el mundo / busca cobijarse en otros espacios dispuestos como él”.

En los poemas, el lector se va encontrar en la mitad de un pasillo, o asomándose a una habitación mientras un enfermo de amor o de cáncer dicta su testamento. También es muy posible que reconozca su propia enfermedad y resuelva internarse por algún tiempo, y sobradas razones lo alimentan, o quién no ha visto alguna imagen pasada de tono en donde una mujer lleva jeringa y estetoscopio. Darío lo dirá de manera más elocuente: “fue siempre la fantasía erótica / hallarse de súbito en un hospital / inerme / ante hermosas enfermeras”, asimismo convendrá, que esta idea de la belleza se vendrá abajo con una reflexión sobre la vida.

En el libro hay una imagen obsesiva del poeta, que actúa como un leimotiv, se trata de una enfermera, que aparece y desparece a su antojo, y lo más eficaz de su presencia es su don de ausencia, “Leonor es una enfermera muerta / en las noches cuida a sus pacientes / mientras golpea con rabia a los doctores”. Leonor no necesita citarse en todos los poemas, para saber que está ahí, ya sea oculta tras el poeta, o alumbrando otra habitación, contigua a la aludida en el libro. Cuando uno se encuentra recluido, en un espacio o en un tiempo, la soledad se optimiza, resultando así una compañía, alguien con quien conversar, de quien no nos asusta su condición de espectro sino de clarividente, que se anticipe a nuestras palabras, que piense lo mismo y lo exprese mejor.

Hay una desventaja que tenemos con la muerte, siempre nos alcanzará, pero también poseemos ventajas, no sabemos el día y la fecha, y eso no da argumentos para engañarle o sabotear en parte sus planes. En 49 habitaciones, se toma con seriedad la muerte y por la misma razón se ironiza sobre la propia muerte, “en mi modesta existencia / he visto más deportistas caer fulminados / en campos verdes y entre comidillas / que gente realmente explotada por una sobredosis”.

El poeta se vale de todos los recursos literarios para conformar su poética. Usa un lenguaje de la época, rápido y eficaz, para transmitir su flora lírica. El autor, en su trabajo como editor de grandes poetas contemporáneos, ha comprendido que el primer público a atender son los lectores coetáneos y actuales, después vendrán otras revisiones y conjeturas.

Este primer libro de poesía de Darío Sánchez-Carballo contiene las características de un buen y decoroso poemario, condiciones que por sí solas no lo hacen poesía, pero que si son fundamentales para poder llegar a ella. Es el inicio de su voz particular lo que vincula el libro a la poética, porque más allá de tener un estilo narrativo, surrealista, en parábola, la poesía es un concepto intuitivo acerca de la experiencia humana, presentada a partir de una única voz, intransferible. En todas las 49 habitaciones el poeta se ha internado y ha hablado con su Leonor y han intercambiado opiniones, cuando llegó el momento se acercó a la ventana que da la calle.

Carlos Enrique Pachón

Algunos poemas de 49 Habitaciones

1

Ella es como una muñeca rusa
siempre tiene una excusa por dentro
a su vez otra
adentro.

Se parece a mi nevera
donde sólo hay instrucciones y por supuesto
hielo
con más hielo adentro.

3

Fue siempre la fantasía erótica
hallarse de súbito en un hospital
inerme
ante hermosas enfermeras.

Era el hospital
eran las enfermeras
¿mas quién iba a calcular
en medio del paraíso una herida?
¿cómo pensar en sexo
cuando apenas se puede respirar?

Pero así son las desgracias
los sueños se vienen abajo
con el absurdo que es la vida.
6

Se está rodeado de lo intangible
que de cualquier modo es cierto.

Leonor es una enfermera muerta
en las noches cuida a sus pacientes
mientras golpea con rabia a los doctores.

Leo la sediciosa
la inagotable
cómo te necesitamos
quienes tenemos asideros
tan impalpables como el aire.

15

Todas las noches escucho una piedra
caer sobre el techo
¿acaso Sísifo y su insistencia
o la amante de otro mundo
que no atina en la ventana?

Lanzo mi piedra al aire
mientras el dolor se cuela en el pecho
hay que llamar a la enfermera
ser el polvo ardiendo en sus ojos.

También hay rocas en mis pupilas
pero yo no soy una Leonor
yo no sé a dónde mirar.

Ojalá las palabras tuviesen
el calor de quien decide cuidar
el tiempo de los otros.

17

Casi me muero de risa
cuando
la fisioterapeuta al ver la rapidez
con que se recuperaban mis pulmones
me preguntó:

Si soy atleta
nadador
si llevo una vida debidamente sana
si en vez de cigarrillos uso vegetales.

La verdad no sé qué tenga que ver una cosa con la otra
en mi modesta existencia
he visto más deportistas caer fulminados
en campos verdes y entre comidillas
que gente realmente explotada por una sobredosis.

20

Aquí ni atmósfera, ni aire
regresar a ningún lado
porque sólo hay lugar
con alguien que se despida.

Se llega cuando se siente
junto al cuello
algo de saliva.

Me pregunto en esta era virtual
cómo será la virtualidad de las babas
de los pelos en la almohada
de los sonidos estomacales a medianoche.

Todos los detallitos que nos unen.

23

Quién no ha tenido una Leonor a su lado
alguien que se acerca sólo cuando quiere
para amarnos limpiando nuestras heridas.

Acaso no sería preferible
evitar ese mareo que duele
cuando ellas o ellos se despiden
en un taxi a la madrugada
llevándose todos los analgésicos.

Además siempre se les queda algo
un encendedor
una prenda de vestir
difícilmente ellos mismos.

24

Este es el instante para detenerse y callar
para sentir el peso del tedio
este es el instante en que ella
después de hablar y hablar la noche
debería decir algo sobre mí.

Ese
fue el instante donde no dijo nada más
es el instante del poema.

31

Esa mujer le pone tanta pintura a su rostro como a su casa
interesantes los colores pastel o cualquiera
que está de moda.

Pero de interesante a algo definitivo
existen millones de circunstancias.

Me gustan los ladrillos a la vista
son cálidos
igual los vellitos al final de tu espalda
espero nunca le pases la cera caliente
ni el triple filo desechable.

Prefiero las texturas.


Texto, Copyright © 2009 Darío Sánchez Carballo y Carlos Enrique Pachón.
Todos los derechos reservados.


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